Espantos y Leyendas de Venezuela

La Sayona:
La leyenda original de La Sayona narra básicamente la historia de una mujer muy celosa llamada Casilda, que mató a su esposo y a su madre, pensando que estos tenían un romance. Su madre, en la agonía de la muerte, la maldijo, diciéndole "Sayona serás para siempre, y en nombre de Dios, que así sea". Desde ese entonces su alma en pena vaga sin descanso ni paz, persiguiendo a los hombres infieles para conquistarlos y luego matarlos.
Pero todas las versiones concuerdan en que es una hermosa mujer de largos cabellos negros (aunque no mantiene esta apariencia, ya que una vez acorralada muestra su verdadera forma a la víctima), que persigue a los hombres mujeriegos. Siempre se suele terminar esta narración con advertencias como: "Por lo tanto, es mejor que aquellos hombres que disfrutan engañando a su pareja, se lo piensen bien antes que se le aparezca La Sayona".


La leyenda también cuenta que La Sayona siempre viste de blanco y que su particular grito puede ser oído en la distancia y que además eriza los pelos de quienes lo oyen.
La Historia:Cuenta la historia que hace mucho tiempo, vivía una mujer muy hermosa, llamada Casilda. desde chiquita Casilda había sido muy celosa.
Casilda creció, y se casó con un maravilloso hombre quien era incapaz de herir a nadie.
Pronto tuvieron un hermoso hijo.
Pero en su pueblo, había un hombre de mala fe, mentiroso y mujeriego que se enloquecía por ella. este la espiaba cada día mientras ella nadaba desnuda en el río, hasta que ella un día lo descubrió.

¿Qué haces aquí espiándome?, de ti me lo podía esperar.
A lo que este contesto.

No, yo vine a advertirte, mujer, que tu hombre te está cambiando por otra, tu marido te está traicionando con tu propia madre, algo totalmente incierto.

Al oír esto Casilda palideció de repente y salió corriendo hacia su casa, al llegar encontró a su esposo y a su hijo, llena de celos, prendió fuego a su propia casa en la cual se encontraba su esposo y su bebe de 9 meses, desde lejos se podían escuchaban los llantos del bebé y los gritos del esposo pero para cuando llegaron los vecinos ya era demasiado tarde.
Mientras los vecinos se lamentaban Casilda ya había llegado a casa de su mamá, a la cual le contó lo que había hecho y porque lo hizo, la madre horrorizada diciéndole que ella no la había traicionado mientras huía hacia el patio, pero no pudo escapar y Casilda la atacó con un machete dándole tres cuchillazos en el vientre, ésta antes de morir dijo: jamás te mentí, y tu cometiste el peor pecado, matar, pero yo te condeno sayona.

Desde entonces se cuenta en el pueblo que a los hombres mujeriegos se les aparece una hermosa mujer, quien les pide que le enciendan un cigarro.

Pero no lo hagan porque al hacerlo verán su espectral rostro, el rostro de la propia muerte y si no mueren del susto al ver esta horrenda cara, ella los acosará tomando diversas formas hasta producirles un infarto hacer que se caigan por un barranco o cualquier otra horrenda muerte.


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La Llorona
Es un personaje legendario, cuya leyenda se ha difundido por varios países de Hispanoamérica. En resumen se trata de una mujer que pierde a su(s) hijo(s) y convertida en un alma en pena, los busca en vano, turbando con su llanto a los que la oyen.

Aunque hay muchas versiones de la historia, los hechos principales son siempre los mismos
En Venezuela también se conoce la leyenda de la Llorona, que circula en prosa y en forma de corrido (canción narrativa) Muchos confunden la Leyenda de la Llorona con la de La Sayona que es otro personaje similar, pero sólo se aparece a los hombres parranderos, que gustan de estar de fiesta en fiesta.

Una de las Versiones cuenta que la Llorona es el alma en pena de una mujer muy jovencita que tuvo amores con un soldado. De esos amores quedó embarazada de una niña, a la cual dio a luz. El soldado la abandonó y ella, como no tenía idea de cómo criar a un infante, desesperada por el llanto de la niña, la mató con sus propias manos. Cuando la joven vio lo que había hecho, comenzó a llorar y a gritar fuertemente, lo que atrajo a los vecinos y familiares. Al ver lo sucedido, la maldijeron. Ella salió corriendo hacia el llano y se convirtió en espanto. Siempre está llorando, y cuando entra a los poblados dicen que llama a su hija. Se sabe que roba niños que están solos, ya sea en sus casas o en las orillas de ríos o quebradas. Por lo general, se la oye llorar en tiempos de Semana Santa.

Según otras versiones, la Llorona fue una muchacha joven que vivía en un pequeño pueblo de los llanos venezolanos. Esta muchacha cada vez que daba a luz a un hijo lo mataba sin piedad. Le confesó todo al sacerdote que vivía en su pueblo, añadiendo que no sentía ningún mordimiento por lo que había hecho. El cura notó que estaba embarazada de nuevo y le dijo a la muchacha que cuando tuviera a su hijo le diera de mamar antes de matarlo, y así lo hizo; tras darle leche materna lo mató, pero se activó su instinto maternal, haciéndole sentir una gran culpabilidad. Desde entonces, vaga por los campos llorando de dolor, buscando a sus hijos y asustando a todo el que se le atraviesa en su camino.

Se la representa como una mujer joven, con una larga cabellera morena y la piel blanca. Lleva una bata blanca larga y encima otra bata de color negra con capucha, y suele portar un bebé en los brazos. Llora y grita diciendo "¡Mi hijo, mi hijo!".

A veces, las madres castigan y asustan a sus hijos diciéndoles que si las desobedecen, la Llorona vendrá a buscarlos y asustarlos por las noches.

La diferencia entre la Llorona y la Sayona es que esta última normalmente sólo se viste de blanco, tiene ojos rojos y colmillos que parecen de león. Asusta, mata o vuelve locos a los hombres que son o fueron infieles, no a todas las personas o niños, como hace la Llorona.

Importante para los creyentes si llegas a oír a la llorona no reces, debes insultarle para poder ahuyentarla…!

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EL Silbón
El Silbón es un espanto de lo llanos venezolanos. Los que lo han visto, (y sobrevivido) cuentan que es un hombre desproporcionado anatómicamente, muy alto y delgado, que mide como seis metros, y mientras se desplaza por encima de la copa de los árboles, emite un silbido que hiela la sangre.

La leyenda cuenta que es el ánima en pena de un hijo que fue muy mimado. Un día le dijo a su papá que quería comer entrañas de venado y su padre, solícito fue a cazar uno. Por su tardanza fue a buscar a su progenitor y al ver que no traía nada, mató su padre y le llevo las vísceras para que su madre las cocinara. Como éstas no se ablandaban, la madre sospechó que eran las "asaduras" de su cónyuge. Y al preguntarle su hijo confesó la verdad.
Con un gran dolor lo maldijo "pa' to' la vida". Su hermano Juan lo persiguió con un "mandador", le sonó una tapara de ají picante y le regó las heridas con esta especie, y le azuzó el perro "Tureco" que hasta el fin del mundo lo perseguirá y le morderá los talones mientras carga en un saco los huesos de su padre.

El Silbón ataca a los hombres parranderos y borrachos, a los cuales chupa el ombligo para tomarles el aguardiente. Muchas de las leyendas explican que al llegar el silbón a una casa en las horas nocturnas, descarga el saco y cuenta uno a uno los huesos; si no hay quien pueda escucharlo, un miembro de la familia muere al amanecer.

Si sientes el silbido muy fuerte, es que está muy lejos, pero si es al revés, está justo detrás de ti. Para salvarse, hay que recordarle lo sucedido.

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El Enano de la Catedral
Las doce campanas sonaron en el viejo reloj de la Catedral de Caracas. La plaza estaba sola. Una brisa fría venía del norte de la ciudad. Un caballero bien vestido, con bombín y cubierto con una capa española apareció por la esquina de Las Monjas entró a la plaza y marchó hacia la esquina de La Torre, de pronto apareció en la puerta de la iglesia una figura diminuta como un niño de diez años, pero tenía un tabaco en la boca y fumaba, como si fuera el último tabaco de su vida. El hombre lanzaba bocanadas de humo, pero de pronto el tabaco se apagó. El caballero ya estaba llegando a la esquina de La Torre y escuchó claramente cuando con voz chillona, aquel sujeto con aspecto de niño, le pidió: Me permite un fósforo para encender el tabaco, por favor. El hombre sintió un escalofrío y se acercó al extraño fumador. Era de muy corta estatura, tenía cara de viejo. Era un enano.

Le alargó el fósforo encendido y vio como el enano después de chupar el tabaco comenzaba a crecer y crecía… Después de una carcajada muy fuerte llegó a la altura del reloj y con el índice de la mano derecha señaló la esfera diciendo:

Son las doce y cinco en Caracas y las agujas del reloj de San Pedro en Roma marcan las seis y siete de la mañana… ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja! _Como si fuera un muñeco de resorte, en fracción de segundos, el hombre se convirtió de nuevo en enano. Pero ya el hombre iba corriendo hacia la esquina de Veroes gritando:

¡Auxilio! ¡Socorro!, ¡Ave María Purísima…!

Durante dos siglos ‘el enano’ de la Catedral fue el fantasma más célebre de Caracas.
Los hombres se abstenían de pasar por el centro de la ciudad después de las diez de la noche. Más de un noctámbulo llegó corriendo hasta la Puerta de Caracas con la lengua afuera, aterrorizado por el enano.

Cuando Billo empezó a tocar en el Roof Garden, en 1939, desapareció el enano. Años más tarde Billo escribió ‘en la esquina de Las Gradillas sale un muerto’, pero no citó al enano por respeto.

Aunque ‘el enano’ se convirtió en una institución caraqueña y el terror ‘de los mujeriegos’ que viviendo en la Candelaria tenían un ‘segundo frente’ por Santa Rosalía, existieron otros fantasmas que rivalizaron con el fatídico enano de la Catedral. Por ejemplo, ‘el hombre de la cachuchita en La Plaza de la Misericordia’, hoy Parque Carabobo.

Cuando López Contreras era presidente de la República conservaba todavía esa plaza una hermosa reja que impedía la entrada de los perros al parque. En aquel entonces uno de los grandes problemas caraqueños eran los perros callejeros, flacos y sucios, tal como los retrató el gran César Rengifo cuando pintaba las miserias del pueblo.

Después de las doce, a la misma hora del enano, aparecía el hombre de la cachuchita, un fantasma que tenía las dos manos en los bolsillos del pantalón y se acercaba silbando, mientras el tipo que había tenido la audacia de entrar a la plaza se defecaba y trataba de huir, pero las puertas de las rejas, habían desaparecido. No había forma de encontrarlas.

Esta tortura duraba una hora aproximadamente, cuando también como por encanto aparecían las puertas y desaparecía el hombre de la cachuchita.


El Universal Caracas, viernes 31 de agosto, 2001





Juan Machete
Es la leyenda de Juan Machete, una de las más conocidas en los Llanos Colombo-venezolanos, ha sido motivo de inspiración para canta-autores y cuentacasos llaneros. Es sabido que éste personaje se llamó Juan Francisco Ortiz y tenía un fundo llamado La Odisea, el remoquete de machete se ¡o acomodaron porque siempre llevaba al cinto, un largo machete en una funda de cuero crudo.

Cuenta la leyenda que este hombre hizo un pacto con el diablo, negociando el alma de su mujer y de sus hijos y su propia alma a cambio de que lo convirtiera en el potentado máximo de la región. Para ello cogió un sapo y una gallina negra, les cosió los ojos con una aguja e hilo y los enterró vivos un jueves santo al filo de la media noche, para desenterrarlos al año siguiente, el mismo día y a la misma hora; después enrumbó por un camino hasta llegar a un lugar solitario donde no escuchaba un ruido de voz humana, ni canto de un gallo, tiró los huesos al viento, y llamó al rey de las tinieblas tres veces a todo grito esperando un intervalo de que muriera un eco para lanzar el otro diciendo. -¡Satanás, quiero hacer un pacto contigo! Lucifer, aquí te espero!, y por último, ¡Mandinga!, si no vienes a mi llamado, mi petición es que vengan las riquezas a mi, que me rodeen como los pastos pestañean a los esteros y lagunas.
Nada perturbó el silencio de aquel Jueves Santo, nada pareció acontecer, sin embargo, para Juan Machete llegó una racha de suerte increíble, sus tierras se volvieron fértiles, el ganado ni que hablar, las vacas parían de a dos terneros y Juan creía que todo era una racha de buena suerte. Más una noche cuando ésta se partía en dos, el mugido de un padrote estremeció La pradera, Juan se levantó, metió la mirada en la oscuridad pero nada extraño pudo ver, regresó a su cama y se tendió a dormir hasta que el día rayó el horizonte, comenzó su rutina diaria, más cuando ensillaba su caballo, reparó en los potreros la imponencia de un toro negro de cascos y astas blancas. Largo rato duró contemplando a aquel hermoso animal, luego pensó que era de algún hato vecino, se fue a su trabajo y cuando regresó por la tarde, todas las reses estaban alborotadas como si trataran de huir del padrote; mañana apenas amanezca voy a los hatos vecinos para avisar y que su dueño venga a recogerlo. Con esta idea durmió plácidamente, con ella se levantó y con ella se dio a galopar sabana visitando hatos y fundos aledaños, describiendo el animal, pero nadie dijo ser el dueño de una res de aquellas características.

Al anochecer regresó cansado y preocupado, observó al toro quien se mantenía pastando reunido con las demás reses, altanero y sombrío, con la majestuosidad de dueño y señor del rebaño.

El cansancio venció a Juan y se durmió de un solo tirón hasta las doce de la noche cuando fue arrancado de su profundo sueño por el pitazo del negro padrote recién adueñado de aquellos parajes, se levantó a averiguar, pero todo parecía normal, sin embargo no fue así, su asombro no tuvo límites, sus tierras florecían en reses, miles y miles de cabezas de ganado manchaban el verde limpio de las sabanas y corrales. Aquel mugido largo y profundo del toro negro a las doce de la noche, fue el aviso del diablo diciéndole que desde ese mismo instante era el ganadero más poderoso de la región, así lo entendió Juan.

Desde ese momento nace la leyenda de Juan Machete, de machete que porque el hombre siempre cargaba un machete pegado a la cintura metido dentro de una funda de cuero crudo.
Como siempre, el tiempo avanza sobre los hombres, las cosas y los misterios se hacen grandes. Por los cuatro costados del Llano, a lo largo y ancho de éste se comentaban las riquezas de Juan Machete, de la noche a la mañana. Un día que el hombre recorría sus propiedades, de repente se le apareció un chivato, cosa rara por que por aquellos lugares no habían animales de esta especie, pero lo más asombroso, fue que el animal le habló. -¡Escucha esto Juan Machete: a tu hacienda llegarán unos trabajadores, contrátalos, porque ellos te serán fieles y tus riquezas se duplicarán, habrá rebaños hasta de cuatrocientas reses de un mismo color y los caballos más hermosos, que con su galope estremecerán la pradera y tus tierras serán las más productivas en la región.

El diablo, que no era otro que aquel chivato, le dio las instrucciones diciéndole que llegarían unos 50 trabajadores a su hacienda en busca de trabajo, que los tomara todos a su cargo, gente que le sería fiel, no habría hombre más rico que él, ni ganado más hermoso que el suyo, ganado nunca visto, rebaños hasta con cuatrocientas cabezas con un mismo pelaje y color, madrinas de caballos deslumbrantes que estremecerían ¡a pradera con el remar de sus cascos; con la llegada de los obreros, a quienes tendría que bautizar, llegaría un hombre arrogante de estatura elevada, de mirar penetrante, empostado como un samán, a ese, lo bautizaría con el nombre de Constantinoplo, ese hombre sería su capataz, su fiel capataz y para bautizarlos debería rezar un credo al revés mientras fumase un tabaco con la candela dentro de la boca.

Así lo hizo Juan Machete, todo floreció como en los cuentos de hadas, no hubo hombre más poderoso que él, también se volvió el terrateniente más tirano, abarcando tierras comprándole a los demás, sacándolos de sus cercanías, fue así como fue quedando solo en esos lugares, pues la gente procuraba irse lejos de allí, de los pocos que alguna vez se arriesgaron a trabajar en su hacienda, algunos se fueron sin querer recibir pago, el miedo y la tiranía de Juan Machete y su capataz, los hizo huir.

Pasó el tiempo, avanzando a pasos agigantados, trayendo presagios y tejiendo leyendas hasta que Juan Machete, se vio solitario con sus grandes riquezas, las cuales comenzaron a mermar, así como todo lo que crece como espuma, se va disolviendo; Juan Machete empezó a sentir miedo, sabía que estaba cerca el día de pagar la deuda contraída con el rey de las tinieblas, entonces mandó a bautizar los niños, luego sembró cruces en todos los potreros, alrededor del hato, mandó a hacer un hierro con una cruz y una J, para herrar el ganado. Pero nada de eso le valió, los trabajadores empezaron a desaparecer igual que el ganado y los atajos de caballos, las tierras se tornaron estériles y todo iba marcando una ruina definitiva.
Exactamente como fue desapareciendo la ganadería y los atajos de caballos, de la misma manera fueron desapareciendo los trabajadores asignados por el diablo, solamente el misterioso toro señoreaba por los potreros en ruina, Juan consiguió unos vaqueros para que le ayudaran a herrar al toro con la cruz y la J, aquel toro significaba su pacto con Satanás y quizás si lo marcaba con la cruz, se rompería el pacto, pero el toro desapareció como si lo hubiese tragado la tierra y todo ardió entre llamas que brotaron desde los cuatro costados de los terrenos de Juan Machete, solo quedaron cenizas que el viento se fue llevando.
Cuentan los viejos, aquellos viejos de palabras verdaderas, hombres enseñados a descifrar tos misterios, que Juan Machete también desapareció misteriosamente, que se escucha llorar a una mujer en medio de las sabanas que pertenecieron a este hombre y dicen que todo el oro que poseyó Juan Machete, lo dejó enterrado. La consigna es que se debe presentar desnudo al lugar donde se cree están los tesoros y esperar a que aparezca el ánima de Juan Machete y le propine tres planazos en la espalda, si queda con vida, puede ser el dueño de todas esas riquezas que reposan bajo la tierra y los que se han arriesgado a llegar por allá con deseo de hacer contacto con el ánima han huido despavoridos, porque han visto un hombre vomitando candela al filo de la media noche, también otros que como valientes han salido a la carrera con los lomos bien «planeados» sin poder ver quien les a propinado semejante planera y siguen contando los viejos cuentacasos, que son muchos los llaneros a quienes Juan Machete ha «planeado»